segunda-feira, 25 de janeiro de 2010

Tempo de Pensar e Refletir: CONOCIMIENTO X ARMAMENTISMO. ¡QUE LA INTELECTUALIDAD SE OCUPE DE ESTO!

CONOCIMIENTO X ARMAMENTISMO. ¡QUE LA INTELECTUALIDAD SE OCUPE DE ESTO!

Por Eduardo Devés - Valdés

(In: www.internacionaldelconocimiento.org)

La ausencia de guerras internacionales ha sido el mejor logro (y uno de los pocos) de América Latina-Caribe (ALC), en el último siglo.
Es cierto que ni siquiera este logro puede evaluase de manera enteramente positiva, en parte porque hubo al menos una guerra grande, la del Chaco, y en parte porque si las hubiera habido en mayor abundancia, quizás habríamos sacado de ellas algunas experiencias o decisiones que mejoraran la vida de l@s sobrevivientes: quizás hubiéramos organizado mejor nuestros estados, quizás hubiéramos recaudado más impuestos en favor de la redistribución, quizás hubiéramos mejorados nuestra capacidad científico-tecnológica, quizás hubiéramos creado núcleos industriales de alto nivel.
Ahora bien, sea como fuere, sólo aprenden de sus fracasos o errores las personas inteligentes y criteriosas, la gente boba reincide e incluso empeora las cosas; por así decir, despilfarra incluso sus errores, siendo incapaz de aprovecharlos como oportunidades, despeñándose en el círculo vicioso de sus debilidades.
En el ámbito internacional, el “realismo-bobo” consiste en defenderse de las amenazas de maneras inadecuadas, debilitándose aún más, en vez de fortalecerse con buenas soluciones. La peor solución de los débiles es el armamentismo, en desmedro del fortalecimiento en el largo plazo, que viene del avance del conocimiento, de la educación de sus pueblos, de una diplomacia profesional e informada, de la capacidad de establecer alianzas criteriosas, de no asustar, amedrentar, ni alarmar a los vecinos, generando miedos innecesarios. Los bobos responden con bravuconadas y adornándose con armas y más armas para disuadir a los demás, terminando por debilitarse en el largo plazo. El avance del conocimiento, la felicidad del pueblo, las alianzas, las buenas relaciones y el respeto y prestigio internacional que puedan ganar, constituyen las mejores defensas de los estados-nación pequeños.
Pero no se trata sólo de defensa sino de responsabilidad con sus pueblos y con la humanidad. Y esta responsabilidad se ejerce en primer lugar con el ejercicio del conocimiento, con su aumento, con su democratización, con su puesta al servicio de los más, con el aumento de las capacidades de los pueblos, con el aumento de su capital socio-cultural, con la solidaridad de los pueblos con sus estados.
Un estado que hambrea a su pueblo para comprar armas que supuestamente lo defenderán de sus enemigos, normalmente termina utilizándolas para reprimir a ese mismo pueblo, que se ha rebelado por el hambre que se le ha hecho pasar o por cualquier otra razón.
No puede privilegiarse el gasto en armamentos en desmedro de los gastos en educación, en desarrollo científico-tecnológico, en desmedro del financiamiento de la universidad, en desmedro del desarrollo de programas que nos permitan pensar y actuar mejor, en desmedro de programas que mejorarían nuestra capacidad productiva o exportadora y que evitarían la contaminación o mejorarían la calidad de vida.
Un gobierno que insiste en mejorar sus armamentos en vez de mejorar las políticas del conocimiento debe ser denunciado y rechazado por el pueblo.
Incluso más, es preferible gastar lo poco que tenemos en capacitar a nuestras FFAA
(ya que no hemos sido capaces de abolirlas), en formarlas, en crear programas de estudios internacionales, de defensa y seguridad, de comunicaciones, de tecnologías útiles para la guerra (que también lo serán para la paz). Que todo el personal avance en su formación y que, al menos, toda la oficialidad realice estudios de maestría y doctorado. Incluso más, es preferible gastar en el desarrollo de una capacidad bélica interna, en vez de ir a comprar armamentos al exterior. Al menos esto nos dejará equipos, talento, tecnologías propias, laboratorios, personal capacitado, know how.
Opongamos al “realismo-bobo” el idealismo-inteligente, al “realismo” cortoplacista el idealismo de largo aliento, al “realismo” miope y mezquino el idealismo de amistad y corazón grande. Ganemos la integración latinoamericana con la cordialidad y la cooperación del corazón grande y no la socavemos con realismos que nos debilitan y nos enemistan con aquellas personas cuya amistad más nos vale. ¿Acaso no es Gandhi la figura más positiva del siglo XX? ¿No fue el líder de la independencia más importante del siglo y uno de los creadores de la mayor democracia del mundo y de la historia? Para los pequeños-débiles, el idealismo inteligente es el mejor realismo, les engrandece y fortalece. El realismo de los estados pequeños-débiles no debe ser pensado como el de los fuertes. Los pequeños-débiles sobreviven con astucias, con agilidad, con imaginación, con buenas alianzas y fortaleciéndose. El conocimiento fortalece, en tanto que el peso de las armas agobia a los pueblos y les gana enemigos, como a Corea del Norte. Por otra parte, ¡qué cosa más fácil, para una empresa que produce y comercia con armamentos, que comprar las voluntades de algunos burócratas y/o generales que toman decisiones!
Caería en un vicio parecido, sin embargo, quien se dedicara únicamente a denunciar a los malos, sin ser capaz de realizar propuestas. La intelectualidad de ALC debe aprovechar también el año emblemático de 2010 para apostar, por sobre sus gobiernos, a una política regional para mejorar conocimiento-educación.
Es cierto que la intelectualidad no puede evitar, así fácil o directamente, que se despilfarren esos millones y millones de dineros en armas, mientras se escatiman unos pocos a la educación, a la ciencia y a una tecnología que traería además riqueza. Lo que sí puede, en cambio, es organizarse y generar una política coordinada para mejorar parcialmente sus recursos y, sobre todo, para gastar mejor los pocos de que dispone, para aumentar su productividad en conocimientos que beneficien la calidad de vida de los pueblos, y que les ayuden a reconocer a malos gobiernos, aquellos que les explotan para comprar armas, armas que volverán contra esos mismos pueblos el día de mañana.
La intelectualidad debe asumir sus derechos y responsabilidades, reclamando y gestionando mejores políticas del conocimiento.

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